El próximo jueves, 1 de febrero, proyectamos en la Casa Municipal de Cultura “Eres muy guapo”, de Isabelle Mergault, en sesiones de 6 y 8´30 de la tarde.
Adjuntamos la sinopsis de la película facilitada por la distribuidora, el comentario de Valentín Terrazas que editaremos como ficha, y una reproducción del cartel.
Asociación Otrosojos.
Guión: Isabelle Mergault
Interpretes: Michel Blanc, Medeea Marinescu
Francia, 2005 - 97 min.
SINOPSIS
Aymé acaba de perder a su esposa en un accidente en la granja. No le desborda la pena, sino el trabajo: solo no podrá salir adelante. Deberá encontrar lo más pronto posible otra esposa, sin embargo, en el pueblo la cosa no está nada fácil.
Decide por tanto acudir a una agencia matrimonial. La directora de la agencia entiende que su caso es más práctico que afectivo, y decide enviarle a Rumania, donde un gran número de chicas están dispuestas a todo por dejar la miseria en la que viven. El encuentro con Elena cambiará su vida…
Desde hace algunos años, el cine francés viene regalándonos regularmente coedias ligeras, acertadamente construidas, que alcanzan por lo general un notable éxito no sólo, aunque principalmente, en las pantallas galas. En ocasiones, esos trabajos alejados de toda pretenciosidad arrojan, además, un destello sobre la naturaleza humana, una reflexión engañosamente leve en torno a los usos y costumbres del "ciudadano de a pie".
Nacen así -situándose en las antípodas de algunas de las aventuras megacostosas en las que, también periódicamente, se embarca el cine vecino con resultados frecuentemente decepcionantes- títulos como La cena de los idiotas, Salir del armario o ¿Por qué las mujeres siempre queremos más?. A esta amable variedad pertenece, desde luego, Eres muy guapo (2005), debut como directora de la veterana actriz Isabelle Mergault, que alcanzó más de tres millones de espectadores en el mercado francés.
Magníficamente interpretada por Michel Blanc -el obsesivo protagonista de Monsieur Hire (1989), director y actor en Mala fama (1994) y Besen a quien quieran (2001)- y la rumana Medeea Marinescu, Eres muy guapo nació de la curiosidad que había despertado en su realizadora un documental televisivo sobre las acciones desesperadas que algunos campesinos galos se veían forzados a acometer para encontrar una compañera. Una dificultad puesta de manifiesto en nuestro país, por otra parte, por iniciativas que, como las "caravanas de mujeres", ocupan de tanto en tanto los titulares de los medios informativos.
La elección de Michel Blanc -que desempeña con la solvencia de costumbre el papel de agricultor misántropo y tacaño, empeñado en "cubrir la baja" de su esposa para solventar las agobiantes tareas domésticas- es todo un acierto. Su objetiva carencia de atractivo, de la que Aymé (el escasamente desolado viudo a quien recrea) es plenamente consciente, le empujan a buscar una nueva pareja allí donde parecen abundar las oportunidades: la Europa pobre, ansiosa de buscar una vida mejor. En concreto, en Rumania, cuna por otro lado de la magnífica Marinescu, quien -sin apenas hablar el francés, memorizando fonéticamente el guión- supo construir una creíble, emocionante Elena. Cruce de intereses, por anto, en el que la zafia repetición de la frase "eres muy guapo" resulta tan patética como clarificadora. Remedo de tantas otras historias vividas día a día en nuestro país, como narraba -en otro registro- Icíar Bollaín en Flores de otro mundo (1999). Espejo, al fin y al cabo, de tantas frágiles peripecias de supervivencia.
Eso sí, nos movemos, con Aymé y Elena, en el terreno del melodrama, donde todo -y, sobre todo, la cnersión entrañable que el amor alcanza a introducir en los corazones- es posible.
Valentín Terrazas
Oh, l'amour
(¡Qué bonito es el amor!. O lo que sea)
Desde hace algunos años, el cine francés viene regalándonos regularmente coedias ligeras, acertadamente construidas, que alcanzan por lo general un notable éxito no sólo, aunque principalmente, en las pantallas galas. En ocasiones, esos trabajos alejados de toda pretenciosidad arrojan, además, un destello sobre la naturaleza humana, una reflexión engañosamente leve en torno a los usos y costumbres del "ciudadano de a pie".
Nacen así -situándose en las antípodas de algunas de las aventuras megacostosas en las que, también periódicamente, se embarca el cine vecino con resultados frecuentemente decepcionantes- títulos como La cena de los idiotas, Salir del armario o ¿Por qué las mujeres siempre queremos más?. A esta amable variedad pertenece, desde luego, Eres muy guapo (2005), debut como directora de la veterana actriz Isabelle Mergault, que alcanzó más de tres millones de espectadores en el mercado francés.
Magníficamente interpretada por Michel Blanc -el obsesivo protagonista de Monsieur Hire (1989), director y actor en Mala fama (1994) y Besen a quien quieran (2001)- y la rumana Medeea Marinescu, Eres muy guapo nació de la curiosidad que había despertado en su realizadora un documental televisivo sobre las acciones desesperadas que algunos campesinos galos se veían forzados a acometer para encontrar una compañera. Una dificultad puesta de manifiesto en nuestro país, por otra parte, por iniciativas que, como las "caravanas de mujeres", ocupan de tanto en tanto los titulares de los medios informativos.
La elección de Michel Blanc -que desempeña con la solvencia de costumbre el papel de agricultor misántropo y tacaño, empeñado en "cubrir la baja" de su esposa para solventar las agobiantes tareas domésticas- es todo un acierto. Su objetiva carencia de atractivo, de la que Aymé (el escasamente desolado viudo a quien recrea) es plenamente consciente, le empujan a buscar una nueva pareja allí donde parecen abundar las oportunidades: la Europa pobre, ansiosa de buscar una vida mejor. En concreto, en Rumania, cuna por otro lado de la magnífica Marinescu, quien -sin apenas hablar el francés, memorizando fonéticamente el guión- supo construir una creíble, emocionante Elena. Cruce de intereses, por anto, en el que la zafia repetición de la frase "eres muy guapo" resulta tan patética como clarificadora. Remedo de tantas otras historias vividas día a día en nuestro país, como narraba -en otro registro- Icíar Bollaín en Flores de otro mundo (1999). Espejo, al fin y al cabo, de tantas frágiles peripecias de supervivencia.
Eso sí, nos movemos, con Aymé y Elena, en el terreno del melodrama, donde todo -y, sobre todo, la cnersión entrañable que el amor alcanza a introducir en los corazones- es posible.
Valentín Terrazas
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