El próximo jueves, 8 de febrero, siguiendo con la programación de “Cine Con Otros Ojos”, proyectamos la película “Vete y vive", de Radu Mihaileanu. Como siempre, en la Casa de Cultura, a las 6 y a las 8´30 de la tarde, con la localidad a 2 euros.
Adjuntamos la sinopsis de la película facilitada por la distribuidora, un extracto de una entrevista realizada a su director, que editaremos como ficha, y una reproducción del cartel
Hasta el jueves. Asociación Otrosojos.
Guión: Radu Mihaileanu
Interpretes: Yaël Abecassis, Roschdy Zem, Moshe Agazai
Francia - Israel, 2005 - 140 min.
SINOPSIS
1984. Miles de refugiados africanos procedentes de 26 países llegan a los campamentos de Sudán. A instancias de Estados Unidos e Israel se ha puesto en marcha la "Operación Moisés" para llevar a los judíos etíopes (falashas) a Israel. Una madre cristiana convence a su hijo de nueve años para que diga que es judío, y así salvarle de la hambruna y de una muerte segura.
El niño llega a la Tierra Prometida y es adoptado por una familia sefardí francesa afincada en Tel Aviv. Crece con el temor de que descubran su secreto: no es judío ni huérfano. Se convertirá en judío, israelí, francés..., una Torre de Babel humana.Pero nunca olvidará a su auténtica madre, la que se quedó en el campamento.
A lomos de una inmensa águila
Autor también de Trair (1993) y El tren de la vida (1998), título éste incluido en la primera temporada de “Cine Con Otros Ojos”, el rumano Radu Mihaileanu -refugiado primero en Israel y más tarde en Francia, como fugitivo del régimen de Ceaucescu- recrea en Vete y vive (2004) uno de los acontecimientos más controvertidos del pasado siglo: la repatriación de los falashas, judios etíopes, a Israel, bautizada como “Operación Moisés”.
- ¿Cómo nació el proyecto?
- Como todas mis anteriores películas, Vete y vive surgió a partir de la idea del combate que debe llevar a cabo el ser humano para liberarse de sí mismo, para dejar atrás el pequeño caparazón que le protege.
Me acordaba de la “Operación Moisés” y de la repatriación de los judíos etíopes a Israel en 1984/85, pero no tenía conciencia de la enormidad de esta aventura humana. Quizá fue una de las más complejas del siglo XX por las preguntas que suscitó. Conocí a un judío etíope en un festival de cine en Los Ángeles y entendí que los falashas sólo hacían el papel de figuración en este asunto cuando, en realidad, eran los protagonistas. Me contó su epopeya, el viaje andando hasta Sudán donde su vida peligró, los campos de refugiados, la acogida en Israel. Me emocionó mucho y también me sublevó el hecho de que no se hablara más de esto.
- ¿Tuvo que investigar mucho?
- Reflexiono varios meses, incluso años, antes de desarrollar un proyecto. Al cabo de un tiempo, es como si el tema me cogiese de la mano y me llevara consigo. En ese momento, suelo escribir una sinopsis de unas diez páginas, y Alain-Michel Blanc, mi coguionista, y yo, empezamos a investigar. Para Vete y vive hemos leído mucha documentación y hemos hablado con algunas de las personas implicadas en la “Operación Moisés”: etíopes, miembros del MOSAD, del Ejército de Tierra y de las Fuerzas Aéreas, sociólogos, historiadores.
- La historia de los falashas tiene una dimensión religiosa, política y mítica...
- La película intenta traducir esa triple dimensión. El mito tiene un lugar de importancia en todo lo que rodea a los falashas, ya que se sigue diciendo que son los descendientes de una unión entre la reina de Saba y el rey Salomón. Pero su auténtica leyenda es bíblica, puesto que son los únicos que todavía siguen los dictámenes de la Torá original. La primera vez que vi fotos suyas, pensé en Moisés. Tuve la impresión de que venían de otro mundo. Siempre pensaron que llegarían a Jerusalén ya que está escrito en la Torá que regresarían a Tierra Santa en las espaldas de una inmensa águila, por eso no les asustó subirse a un avión.
- El protagonista se llama Schlomo como en El tren de la vida, ¿es una coincidencia o fue hecho a propósito?
- Un periodista americano me preguntó si el Schlomo de El tren de la vida sobrevivía, ya que la película acababa con él en un campo de refugiados, antes del fin de la guerra. Hasta entonces, nunca me había hecho esa pregunta, y le contesté que mientras no le olvidásemos, sobreviviría. No le he olvidado, ha dejado el campamento bajo la forma de un niño.
- Además de describir la trayectoria de Schlomo, reflexiona sobre los últimos veinte años en Israel...
- Yael Abecassis me dijo algo muy exacto: la mirada interior y exterior llena de ingenuidad, de frescura, de un niño que no es ni judío, ni israelí, ni palestino, pero que lo es todo a la vez, es en realidad la mía. Schlomo escapó de las garras de la muerte y se hace las mismas preguntas que me hago yo. Schlomo cree que estos dos pueblos que se enfrentan, el judío y el palestino son las víctimas, como él, de un conflicto que ya no controlan. No puede juzgar el conflicto desde un punto de vista político, sino humano. No puedo juzgar veinte años de historia de un país desde la política; sólo puedo hacer preguntas sobre consecuencias humanas microscópicas.
- ¿ Cómo ha enfocado la religión en la película?
- De diversos modos. Denuncio a los fanáticos que decidieron convertir a los etíopes al judaísmo, a la fuerza, a pesar de un éxodo de lo más trágico en el que hubo 4.000 muertos sólo por hacer realidad el sueño de llegar a Jerusalén. Alejados del mundo, los falashas creyeron durante 2.000 años que eran los únicos judíos. A pesar de su soledad, defendieron y perpetuaron su gran diferencia. La humillación que sufrieron por parte de los fanáticos todavía no está del todo curada.
- ¿Cómo nació el proyecto?
- Como todas mis anteriores películas, Vete y vive surgió a partir de la idea del combate que debe llevar a cabo el ser humano para liberarse de sí mismo, para dejar atrás el pequeño caparazón que le protege.
Me acordaba de la “Operación Moisés” y de la repatriación de los judíos etíopes a Israel en 1984/85, pero no tenía conciencia de la enormidad de esta aventura humana. Quizá fue una de las más complejas del siglo XX por las preguntas que suscitó. Conocí a un judío etíope en un festival de cine en Los Ángeles y entendí que los falashas sólo hacían el papel de figuración en este asunto cuando, en realidad, eran los protagonistas. Me contó su epopeya, el viaje andando hasta Sudán donde su vida peligró, los campos de refugiados, la acogida en Israel. Me emocionó mucho y también me sublevó el hecho de que no se hablara más de esto.
- ¿Tuvo que investigar mucho?
- Reflexiono varios meses, incluso años, antes de desarrollar un proyecto. Al cabo de un tiempo, es como si el tema me cogiese de la mano y me llevara consigo. En ese momento, suelo escribir una sinopsis de unas diez páginas, y Alain-Michel Blanc, mi coguionista, y yo, empezamos a investigar. Para Vete y vive hemos leído mucha documentación y hemos hablado con algunas de las personas implicadas en la “Operación Moisés”: etíopes, miembros del MOSAD, del Ejército de Tierra y de las Fuerzas Aéreas, sociólogos, historiadores.
- La historia de los falashas tiene una dimensión religiosa, política y mítica...
- La película intenta traducir esa triple dimensión. El mito tiene un lugar de importancia en todo lo que rodea a los falashas, ya que se sigue diciendo que son los descendientes de una unión entre la reina de Saba y el rey Salomón. Pero su auténtica leyenda es bíblica, puesto que son los únicos que todavía siguen los dictámenes de la Torá original. La primera vez que vi fotos suyas, pensé en Moisés. Tuve la impresión de que venían de otro mundo. Siempre pensaron que llegarían a Jerusalén ya que está escrito en la Torá que regresarían a Tierra Santa en las espaldas de una inmensa águila, por eso no les asustó subirse a un avión.
- El protagonista se llama Schlomo como en El tren de la vida, ¿es una coincidencia o fue hecho a propósito?
- Un periodista americano me preguntó si el Schlomo de El tren de la vida sobrevivía, ya que la película acababa con él en un campo de refugiados, antes del fin de la guerra. Hasta entonces, nunca me había hecho esa pregunta, y le contesté que mientras no le olvidásemos, sobreviviría. No le he olvidado, ha dejado el campamento bajo la forma de un niño.
- Además de describir la trayectoria de Schlomo, reflexiona sobre los últimos veinte años en Israel...
- Yael Abecassis me dijo algo muy exacto: la mirada interior y exterior llena de ingenuidad, de frescura, de un niño que no es ni judío, ni israelí, ni palestino, pero que lo es todo a la vez, es en realidad la mía. Schlomo escapó de las garras de la muerte y se hace las mismas preguntas que me hago yo. Schlomo cree que estos dos pueblos que se enfrentan, el judío y el palestino son las víctimas, como él, de un conflicto que ya no controlan. No puede juzgar el conflicto desde un punto de vista político, sino humano. No puedo juzgar veinte años de historia de un país desde la política; sólo puedo hacer preguntas sobre consecuencias humanas microscópicas.
- ¿ Cómo ha enfocado la religión en la película?
- De diversos modos. Denuncio a los fanáticos que decidieron convertir a los etíopes al judaísmo, a la fuerza, a pesar de un éxodo de lo más trágico en el que hubo 4.000 muertos sólo por hacer realidad el sueño de llegar a Jerusalén. Alejados del mundo, los falashas creyeron durante 2.000 años que eran los únicos judíos. A pesar de su soledad, defendieron y perpetuaron su gran diferencia. La humillación que sufrieron por parte de los fanáticos todavía no está del todo curada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario