El próximo jueves, 22 de febrero, proyectamos en la Casa Municipal de Cultura “Pequeña Miss Sunshine”, de Jonathan Dayton y Valerie Faris, en sesiones de 6 y 8´30 de la tarde.
Adjuntamos la sinopsis de la película facilitada por la distribuidora, el comentario de Raquel Sáenz de Buruaga que editaremos como ficha, y una reproducción del cartel.
Asociación Otrosojos.
Dirección: Jonathan Dayton y Valerie Faris
Guión: Michael Arndt
Intérpretes: Greg Kinnear, Toni Colette, Abigail Breslin, Steve Carell, Paul Dano, Alan Arkin
Estados Unidos, 2006 - 101 min.
SINOPSIS
Descaradamente satírica y, a pesar de eso, profundamente humana, la película presenta a los espectadores a una de las familias más cautivadoramente desestructuradas de la historia reciente del cine: los Hoover, cuyo viaje a un concurso de belleza preadolescente no sólo provoca un cómico caos, sino también muerte y transformación, echando un conmovedor vistazo a las sorprendentes recompensas de ser un perdedor dentro de una cultura obsesionada con la victoria.
Empuja la furgoneta
Noche en el museo, con el gesticulante Ben Stiller, 473 copias. Pequeña Miss Sunshine, 34 copias. ¡16 semanas en cartel! Ni la propia distribuidora, Hispanofoxfilm, filial en España de la majorTwenty Centhury Fox, parecía apostar demasiado por esta pequeña gran película. Contra todo pronóstico, el boca a boca todavía puede funcionar.
Pequeña Miss Sunshine es una comedia dramática aparentemente sin pretensiones; tal vez sea por su manifiesta humildad por lo que haya llegado al corazón de decenas de miles de espectadores en nuestro país. No inventa ningún género. Es una road movie donde, como es habitual, el viaje -metáfora del vivir- es más importante que el destino. Pero esta vez se han embarcado muchos pasajeros, pertenecientes todos a una familia rara, rara, rara. Cada miembro vive recluido en sus fracasos, que disfraza, con gran voluntarismo, de ambiciones. Son seres aislados en burbujas que únicamente se abren para engullir alimentos envasados, como vemos en las secuencias iniciales donde el espectador asiste a un desolador retrato de familia. Sólo la pequeña Olive parece ajena a este ambiente opresivo, y su meta, en la que no ha tenido tiempo de fracasar, es la que pone en marcha a esta patéticaFamilia Monster revisitada.
No es frecuente, pero a veces ocurre, y aquí, como en American Beauty de Sam Mendes, pueden manifestarse dos niveles de lectura que dan satisfacción a dos tipos de espectadores. Un nivel rasante gratificará a quien sólo busca entretenimiento, reirse de vez en cuando mientras da cuenta de su paquete de palomitas. Un poco más abajo, hay un sótano existencialista ocupado por diálogos de peso, consejos transgresores, aprendizajes en el camino, bañados, en su conjunto, con suficiente líquido irónico-amniótico para no hacer decaer el ánimo y permitir aproximarnos con comprensión a todos los personajes.
En el aspecto visual, es curiosa la composición de ciertos planos fijos donde aparece la familia al completo, de tal manera que casi se adivinan las viñetas del Story board, subrayando así el pasmo de los protagonistas después de cada peripecia que el tormentoso itinerario les va deparando.
Todo el reparto realiza un trabajo magnífico y equilibrado. En las situaciones más disparatadas, los intérpretes mantienen la dignidad sin caer en la caricatura. Aunque algunos rostros sean bastante conocidos -Greg Kinnear (Mejor, imposible) o Toni Collette (La boda de Muriel)- no están todavía encasillados en nuestras retinas como para impedir su credibilidad; y, por supuesto, hay que destacar a Abigail Breslin, en el papel de Olive, que destila una inteligencia precoz, como si comprendiera toda la profundidad contenida en el guión.
Ésta no es una película sobre la familia, sino una historia de empujar furgonetas. Las furgonetas sólo avanzan con la ayuda de otros. Cada uno empuja, con las fuerzas de que dispone. Ni más, ni menos. La meta del viaje está dentro de nosotros.
Pequeña Miss Sunshine es una comedia dramática aparentemente sin pretensiones; tal vez sea por su manifiesta humildad por lo que haya llegado al corazón de decenas de miles de espectadores en nuestro país. No inventa ningún género. Es una road movie donde, como es habitual, el viaje -metáfora del vivir- es más importante que el destino. Pero esta vez se han embarcado muchos pasajeros, pertenecientes todos a una familia rara, rara, rara. Cada miembro vive recluido en sus fracasos, que disfraza, con gran voluntarismo, de ambiciones. Son seres aislados en burbujas que únicamente se abren para engullir alimentos envasados, como vemos en las secuencias iniciales donde el espectador asiste a un desolador retrato de familia. Sólo la pequeña Olive parece ajena a este ambiente opresivo, y su meta, en la que no ha tenido tiempo de fracasar, es la que pone en marcha a esta patéticaFamilia Monster revisitada.
No es frecuente, pero a veces ocurre, y aquí, como en American Beauty de Sam Mendes, pueden manifestarse dos niveles de lectura que dan satisfacción a dos tipos de espectadores. Un nivel rasante gratificará a quien sólo busca entretenimiento, reirse de vez en cuando mientras da cuenta de su paquete de palomitas. Un poco más abajo, hay un sótano existencialista ocupado por diálogos de peso, consejos transgresores, aprendizajes en el camino, bañados, en su conjunto, con suficiente líquido irónico-amniótico para no hacer decaer el ánimo y permitir aproximarnos con comprensión a todos los personajes.
En el aspecto visual, es curiosa la composición de ciertos planos fijos donde aparece la familia al completo, de tal manera que casi se adivinan las viñetas del Story board, subrayando así el pasmo de los protagonistas después de cada peripecia que el tormentoso itinerario les va deparando.
Todo el reparto realiza un trabajo magnífico y equilibrado. En las situaciones más disparatadas, los intérpretes mantienen la dignidad sin caer en la caricatura. Aunque algunos rostros sean bastante conocidos -Greg Kinnear (Mejor, imposible) o Toni Collette (La boda de Muriel)- no están todavía encasillados en nuestras retinas como para impedir su credibilidad; y, por supuesto, hay que destacar a Abigail Breslin, en el papel de Olive, que destila una inteligencia precoz, como si comprendiera toda la profundidad contenida en el guión.
Ésta no es una película sobre la familia, sino una historia de empujar furgonetas. Las furgonetas sólo avanzan con la ayuda de otros. Cada uno empuja, con las fuerzas de que dispone. Ni más, ni menos. La meta del viaje está dentro de nosotros.
Raquel Sáenz de Buruaga
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