CINE EN LA CASA MUNICIPAL DE CULTURA DE MIRANDA DE EBRO (BURGOS). JUEVES SEÑALADOS, EN SESIONES DE 18:00 y 20:30.
ORGANIZA LA ASOCIACIÓN CULTURAL OTROSOJOS EN COLABORACIÓN CON EL AYUNTAMIENTO DE MIRANDA DE EBRO

Jueves 23 de Junio: SÉRAPHINE


El jueves 23 de junio proyectamos en la Casa de Cultura, a las 6 y 8´30 de la tarde, y con entrada a 3´5 euros, "Séraphine", de Martin Provost, película de la que adjuntamos la sinopsis de la distribuidora, el comentario de Valentín Terrazas que editaremos como ficha, y la reproducción del cartel correspondiente.



 

Dirección:      Martin Provost
Guión:          Martin Provost, Marc Abdelnour
Interpretes:  Yolande Moreau, Ulrich Tukur, Anne Benoît, Geneviéve Mnich, Nico Roqner

Francia, 2008 - 125 min.
Mayores de 7 años







SINOPSIS

Comienzos de siglo XX. Séraphine, de 42 años, vive en Senlis y se gana la vida limpiando casas. El poco tiempo que le sobra lo ocupa pintando. Es la mujer de la limpieza de la Sra. Duphot, que alquila un piso a Wilhem Uhde, un marchante alemán fascinado por los pintores modernos e ingenuos. Un día, Uhde descubrirá un cuadrito terminado por Séraphine algunos días antes.




Visiones

Una aldeana añosa, robusta, embutida en un vestido negro fruncido por un sencillo broche, posa junto a un lienzo ocupado por un gran ramo de flores. Sujeta una paleta y un pincel. Su gesto destila ausencia, como si ignorase la presencia de quien está captando uno de sus escasísimos retratos. Alza el mentón y entrecierra los ojos, obstinadamente ajena a las indicaciones de la fotógrafa, quien le ha reclamado que se concentrara en el objetivo. “No, no -ha respondido-, tengo que levantar mi mirada. Mi inspiración viene de arriba”.
  La anécdota -cuidadosamente reproducida por Martin Provost en Séraphine, su largometraje biográfico sobre Séraphine Louis, o de Senlis- resume magistralmente la existencia de la pintora naïf, descubierta por el coleccionista alemán Wilhelm Unde. Una vida difícil, marcada por la tempranísima muerte de sus padres: la de su madre, cuando apenas había cumplido doce meses; la de su padre, seis años después. Marcada por una extrema pobreza que la forzó a trabajar desde niña como pastora y, más tarde, como limpiadora en distintas casas de Senlis, localidad del Oise, al norte de París, de la que sólo saldría para ser internada en un manicomio, antesala de una fosa común.
  Un universo tenebroso en el que aquella mujer, esquiva como un animal herido, acertó a producir cuadros de una belleza inquietante, luminosa, brutal. Plantas, flores, ramajes poblados de hojas a veces adornadas con plumas extremadamente sutiles, a veces concupiscentes, amenazadoramente carnosas como especies carnívoras que vigilaran a quien las observa. Hojas entrelazadas con hojas, creando un movimiento continuo, astral, un torbellino palpitante y refulgente, reflejo del éxtasis espiritual en el que transcurrían las noches insomnes de aquel ser guiado por ángeles exigentes.
  Un mundo vegetal construido con pinturas amasadas en un proceso secreto, alquímico, del que nunca reveló las fórmulas. Trazado a menudo con las yemas de los dedos, como si el uso de los pinceles viniera a establecer una distancia excesiva en el proceso liberador de la obra. Próximo a veces en su superficie a las alucinaciones selváticas de Henri Rousseau, pero alejado de éste por el fuego místico que alimentaba las visiones de la autora.
  Una biografía como la apuntada podría haberse traducido en un filme excesivo, como el que Minnelli dedicó a Van Gogh. Provost, por el contrario, compone en Séraphine una aproximación calma, sensible, al personaje. Secuencias trazadas sin urgencia alguna se recrean, teñidas en tonos pasteles, en la descripción de los objetos, los paisajes, las costumbres de sus pobladores, como en un ejercicio de catalogación etnográfica. La intensidad de las vidas de Wilhelm Unde -uno de los impulsores del fauvismo, el cubismo o el arte primitivista-, de su amante Helmut Kolle, de su hermana Anne Marie, autora de la fotografía a la que me refería al inicio de este apunte, o de la propia pintora, se remansa en los tonos armónicos que habitan buena parte de los planos de la película. Aquí, el director huye de cualquier atisbo de artificio, atento a la interpretación portentosa de una gigantesca Yolande Moreau.

Valentín Terrazas
 






  WEB OFICIAL     http://www.golem.es/seraphine 

Jueves 9 de Junio: CAPITÁN ABU RAED (V.O.S.)


El próximo jueves 9 de junio, proyectamos en la Casa Municipal de Cultura, en versión original subtitulada, la película jordana “Capitán Abu Raed”, de Amin Matalqa, en sesiones de 6 y 8´30 de la tarde, con la localidad a 3´50 euros.

Adjuntamos la sinopsis de la película facilitada por la distribuidora, el comentario de Miguel Masero Ortega que editaremos como ficha, y una reproducción del cartel.



Dirección:     Amin Matalqa
Guión:          Amin Matalqa
Interpretes:  Nadim Sawalha, Hussein Al-Sous, Udey Al-Qiddissi, Nadim Mushahwar.

Jordania, 2007 - 102 min.
Mayores de 7 años






SINOPSIS

Abu Raed es un solitario miembro del equipo de limpieza del aeropuerto internacional de Ammán. Siempre ha querido viajar por el mundo, pero al no poder hacer realidad su sueño lo vive a través de libros y de breves charlas con algún viajero. Un día, encuentra una gorra de capitán en una papelera y un chico del barrio le ve con ella puesta camino de casa. Al día siguiente, un grupo de niños le espera delante de la puerta, convencidos de que es piloto. 



Ilusión y sacrificio como válvula de escape

Continuamente los terribles sucesos que ocurren -ocurrieron y lamentablemente ocurrirán- en la extensa franja de Oriente Medio ocupan cientos de páginas de periódicos e inundan las cabeceras de los informativos televisivos de medio mundo. Cinematográficamente hablando sucede algo parecido: todas estas catástrofes tienden a aglutinar la mayor parte de los argumentos de las películas del mundo árabe, lo que convierte en apenas un pequeño número –y muchas veces incapaz de pasar el diabólico filtro de la distribución comercial- las cintas que relatan historias con temas menos trascendentales pero igual de importantes en el día a día de la sociedad.

Ajustándonos a Jordania -país fronterizo de los conflictos Israel-Cisjordania o Iraquí-, la empresa de ofrecer una película alejándose de materias como el integrismo religioso o el terrorismo parece complicada. El director jordano Amin Matalqa, aunque residente en los Estados Unidos desde los 13 años, se presenta con su ópera prima –la que es por cierto la primera película jordana en 50 años y la primera en exportarse al mercado internacional-, con una positiva historia sobre la ilusión en contrapartida a una vida conformista. Capitán Abu Raed, contada de una forma sencilla, es una enternecedora historia que consigue hacerte sonreír -que no reír-, en la que el anciano limpiador del aeropuerto ayuda, a través de sus fantasiosos relatos, a un nutrido grupo de niños entusiastas, ávidos de historias, a mirar con otros ojos su propio futuro; y, gracias a ello, a creerse capaces de cambiar el rumbo preestablecido en sus vidas. De cualquier modo, sin alejarnos mucho de la trama principal, no nos resultará complicado entrever muchos de los problemas diarios de las familias (en especial de los niños) de esta zona del mundo, tales como la explotación laboral infantil, el maltrato en el ámbito familiar o las más que visibles diferencias sociales. Todas estas denuncias se encuentran bastante cercanas a las reclamas que durante los últimos meses han provocado las protestas de miles de jóvenes del Magreb y Oriente Medio, que intentan conseguir una mayor apertura de libertades por parte de sus regímenes gobernantes.
  Centrándonos en los intérpretes, el director y guionista Amin Matalqa combina una mezcla de veteranía y espontaneidad. La veteranía la proporciona el actor que encarna al simpático Abu Raed, el jordano afincado en Londres Nadim Sawalha, uno de los pocos árabes que trabajó en la industria cinematográfica británica en la década de los 60, actuando sobre todo para la televisión pero también, y aprovechando sus rasgos étnicos, en películas de la saga de James Bond. La espontaneidad es en este caso para el grupo de niños, todos ellos primerizos en el arte de la interpretación, y que fueron escogidos por su naturalidad en campamentos de veranos para los niños más desfavorecidos.
  Si acompañamos a todo lo dicho una buena fotografía y unas fantásticas localizaciones (mención especial a las espectaculares vistas de la capital Amman desde la terraza de la casa de Abu Raed), confirmaremos el porqué de la consecución del premio del público en el Festival de Sundance de 2008.

Miguel Masero Ortega