CINE EN LA CASA MUNICIPAL DE CULTURA DE MIRANDA DE EBRO (BURGOS). JUEVES SEÑALADOS, EN SESIONES DE 18:00 y 20:30.
ORGANIZA LA ASOCIACIÓN CULTURAL OTROSOJOS EN COLABORACIÓN CON EL AYUNTAMIENTO DE MIRANDA DE EBRO

Jueves 1 de Diciembre: DE DIOSES Y HOMBRES


El próximo jueves, 1 de diciembre, proyectamos “De dioses y hombres”, de Xavier Beauvois, ganadora del Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes 2010, en la Casa de Cultura, a las 6 y a las 8´30 de la tarde, con la localidad a 3,50 euros.
Os remitimos su sinopsis, facilitada por la distribuidora, el comentario de Miguel del Pino que editaremos como ficha y una reproducción del cartel.
Un abrazo, ¡y hasta el jueves!.
 
Asociación Otrosojos.



Dirección:     Xavier Beauvois
Guión:          Xavier Beauvois, Etienne Comar
Interpretes:  Lambert Wilson, Michael Lonsdale
 
Francia, 2010 - 120 min.
Mayores de 7 años 







SINOPSIS 

A finales del siglo pasado, en un monasterio situado en las montañas del Magreb, ocho monjes cistercienses viven en perfecta armonía con sus hermanos musulmanes. Pero una ola de violencia y terror se apodera lentamente de la región. A pesar del creciente peligro que los rodea y de las amenazas de los terroristas, los monjes deciden quedarse y resistir.





De humanos casi dioses, pero humanos



  Esta película clasificada en el género teológico-antropológico nos acerca a los hechos acontecidos en una pequeña comunidad de monjes cistercienses en el Norte de África.
  Para disfrutarla no es necesario sentirse católico, ni de otra religión. La cinta que narra la desaparición de estos religiosos está tratada sobre todo con mucha humanidad, esa humanidad desde la que puede entenderse algo el significado de lo divino, pero, repito, sin tener por obligación que identificarse con algo, aunque con total respeto por ello.
  Cuando un hombre decide entregarse a servir a la humanidad, aunque esta no pertenezca a su fe o sus creencias, está realizando el acto más generoso que pueda imaginarse. En esa historia la entrega va desde compartir una fiesta o ayudar en el campo a atender a los enfermos, tarea encomendada a uno de los monjes.
  ¿Pero dónde está lo grandioso de esta historia? Lo que a mi me cautivó describe los estados del sentimiento a los que puede llegar un hombre en situaciones extremas. Estos sentimientos o emociones aparecen en forma de miedo, tensión, pero también se reflejan como lo que entendemos por amor; amor a un lugar, a una tierra, a una gente.
  Esta película es para religiosos, pero también para los que no lo son, porque retrata de una bella forma la vida espiritual como la viven estos monjes, que han escogido ese camino para enfrentarse a sus consecuencias y porque trata de armonizar la inquietud con la calma, el miedo con el valor, sentimientos que aparecen en cualquier humano; porque vemos a estos hombres con las mismas dudas e inseguridades que cualquier otro mortal, con el sentido de la vida y el apego por esta. Esto es lo que la hace más humana y valiosa.
  El religioso, pero también el profano, creo que pueden empatizar con detalles tan cuidados como los de la oración y el trabajo en la comunidad, porque llevan un ritmo natural y pausado, porque puede ayudar a la meditación o al menos a reflexionar sobre cómo vivimos nuestras vidas, llenas de materia pero vacías de contenido.
  Para los que la película peque de lenta, diré como contrapartida que es precisamente lo que la hace más atractiva, porque esto da la oportunidad de conectar con el silencio y la paz, aunque al final varíe a una vertiente más belicosa y violenta. La situación convulsa del país afectará los destinos no sólo de sus pobladores, sino de estos hombres de paz.
  Este canto a la amistad profunda está dirigido magistralmente por Xavier Beauvois, quien pienso que tuvo que conocer la experiencia de cerca, o al menos meterse dentro del hábito, para sacar conclusiones e ideas que no se pueden contar si no se han vivido con ese realismo, ya que describe los estados de ánimo de cada uno de los monjes, que gozan de una personalidad reconocida individualmente, pero al mismo tiempo formando un colectivo en el que destacan el respeto y la libertad individual.
  En esta película, el espectador podrá disfrutar si se deja invadir por los cánticos de los monjes y emocionarse en escenas como la última cena -en la que el paralelismo con la de Jesucristo es muy evidente-, y otros que no revelaré, mientras suena el “Lago de los cisnes” de Tchaikosky.
  Sin la certeza de que exista el bien y el mal, somos nosotros mismos quienes mandamos sobre nuestras vidas, y en definitiva a quienes tenemos que rendir cuentas, como Pequeños Dioses.

Miguel del Pino 





 WEB OFICIAL      http://www.golem.es/dediosesyhombres/  

Jueves 24 de Noviembre: INCENDIES



El próximo jueves, 24 de noviembre, proyectamos “Incendies”, de Denis Villeneuve, ganadora de los Premios del Público y al Mejor Guión en la “Seminci” 2011 de Valladolid, y Premio a la Mejor Película Canadiense en el Festival Internacional de Toronto. Como siempre, en la Casa de Cultura, a las 6 y a las 8´30 de la tarde, con la localidad a 3,50 euros.
Os remitimos su sinopsis, facilitada por la distribuidora, el comentario de Alfredo Mozas García que editaremos como ficha y una reproducción del cartel.
 
Un abrazo, ¡y hasta el jueves!.Asociación Otrosojos.



Dirección:     Denis Villeneuve
Guión:          Valérie Beaugrand-Champagne, Denis Villeneuve
Interpretes:  Lubna Azabal, Mélissa Désormeaux-Poulin
 
Canadá, 2011 - 130 min.
Mayores de 12 años 







SINOPSIS

Jeanne y Simon Marwan son dos gemelos cuya madre, que lleva mucho tiempo sin hablar, está a punto de morir. Pero, antes del fatal desenlace, les da dos cartas que deben ser entregadas a un padre al que creían muerto y a un hermano cuya existencia desconocían. Ambos emprenderán un viaje al Líbano para localizarlos y encontrar respuestas a su existencia.



Los tres puntitos suspensivos que dejan sin habla

¿Qué se necesita para que una persona deje de hablar para siempre? ¿Saber que se cierra el círculo?, ¿acertar a ver que para la vida siempre es posible una vuelta de tuerca más, por difícil que parezca?, ¿sospechar que, a estas alturas, cualquier cosa que se diga está de más?, ¿comprender, quizás, que no se comprende nada?, ¿buscar tiempo, acaso, para poder perdonar lo imperdonable? ¿Y cuántas veces nos ha pasado que nos hemos cruzado por la calle con alguien que no queríamos ver y que nunca pensábamos que nos encontraríamos? Una novia a la que dejamos, o que nos dejó, y que vivía en la Patagonia; un compañero de un curro antiguo en una ciudad desaparecida a quien le debíamos dinero; un amigo de cuando niños que nos vendió por un chupa-chups y tres canicas brillantes. ¿Y cuántas veces, cuando hemos logrado encontrar lo que buscábamos, o bien no lo reconocimos cuando lo tuvimos delante, o bien maldijimos la hora en que deseamos encontrarlo con tanto ahínco a la vista de lo que realmente significó toparse con ello? Todo eso está en Incendies: buscar al hijo arrebatado, encontrarlo quizás cuando ya no se busca y seguir buscando; buscar tanto, que no alcanza con una vida y se necesita la vida de los que nos siguen.

Antes que nada diré que Incendies es una película que está basada en una obra de teatro de un escritor canadiense de origen libanés (o libanés que reside en Canadá, que viene a ser otra manera de decir lo mismo) llamado Wajdi Mouawad. Y creo que eso se nota en la pantalla. En principio, y si nos preguntaran a cualquiera, seguro que todos diríamos que el cine tiene muchos más recursos narrativos que el teatro para contar una historia. Y no obstante, Incendies, vista como película de cine, parece demostrar lo contrario. Al salir de la sala, se tiene una sensación incómoda que no se sabe si proviene de la historia bestial que se acaba de ver, o de la sucesión de imágenes implacables, el montaje frío de las secuencias y la trama que puede parecer forzada para que el final termine coincidiendo con el principio. A lo mejor, por eso no se menciona el nombre del país al que acuden los gemelos, fomentando una ambigüedad poco corriente en el cine. Y que conste: eso no desmerece a la película. Acaso, no más, una historia así necesite de las tres dimensiones de un escenario, y la presencia en carne y hueso de los actores.
Y es que la historia, o las historias, que se cuentan en Incendies son como maremotos enormes que inundan la conciencia sin que haya dique capaz de contenerlos. La fatalidad de las tradiciones, que requieren un matrimonio antes del embarazo; la brutalidad de la guerra, que transforma a inocentes en fieras salvajes, a víctimas en verdugos; lo absurdo de las religiones, que no distinguen entre buenos y malos, sino entre creyentes y no creyentes; lo implacable de la memoria, incluso de la olvidada, que convierte lo pasado en futuro para que acabemos tropezando con lo que ya ocurrió en algún momento de nuestras vidas; todo confabula en Incendies para crear una historia que sobrecoge.
Y luego, claro, está la fotografía, cruda, recuerdo, en alguna escena irrepetible; la música, ésta no la recuerdo; la interpretación, magistral, dicen, de Lubna Azabal, en su papel protagonista haciendo de Nawal Marwan, aunque demasiado fría para mi gusto; el montaje, al servicio de la historia, y tantas otras cosas de las que se habla cuando no se tiene de qué hablar.
Para qué seguir pues, si lo que de verdad importa viene cuando apagan las luces.

Alfredo Mozas García