CINE EN LA CASA MUNICIPAL DE CULTURA DE MIRANDA DE EBRO (BURGOS). JUEVES SEÑALADOS, EN SESIONES DE 18:00 y 20:30.
ORGANIZA LA ASOCIACIÓN CULTURAL OTROSOJOS EN COLABORACIÓN CON EL AYUNTAMIENTO DE MIRANDA DE EBRO

Jueves 24 de Abril: TAXIDERMIA (V.O.S.)

El próximo jueves, 24 de abril,  proyectamos en la Casa Municipal de Cultura  “TAXIDERMIA”, de György Pálfi, en sesiones de 6 y 8´30 de la tarde. La proyección se hará en versión original subtitulada. La película está recomendada para mayores de 18 años.
Adjuntamos la sinopsis de la película facilitada por la distribuidora, el comentario de Raquel Sáenz de Buruaga que editaremos como ficha, y una reproducción del cartel.

Un abrazo y hasta el jueves. Asociación Otrosojos.


Dirección:     György Pálfi
Guión:          Zsófia Ruttkay y György Pálfi
Interpretes: Csaba Czene, Gergö Trócsányi, Marc Bischoff, Adél Stanczel

Hungría, 2006 - 91 min.

Mayores de 18 años





SINOPSIS

Tres historias. Tres edades. Tres hombres. El abuelo, el padre y el hijo. Uno es camillero, otro un “deportista” de élite y el tercero un experto taxidermista. Uno desea el amor, otro el éxito y el último la inmortalidad. Fruto de la febril imaginación del tándem formado por Pálfi y su esposa Ruttkay, las tres historias que conforman Taxidermia examinan el pasado y el presente de Hungría a través de tres generaciones de una excéntrica familia.




Una obscenidad lírica


Una eyaculación de fuego. Un vómito de competición. La evisceración humana convertida en vanguardia del “arte taxidérmico”. Imágenes que no todos los ojos podrán soportar. Aviso: piénselo antes de entrar a la sala.
    El joven director húngaro György Pálfi nos somete a un espectáculo, poéticamente obsceno, como grito contra la humillación y el abuso de poder sobre el individuo, tanto por parte del totalitarismo comunista como del capitalismo perverso, tan pasado de vueltas que es capaz de asumir como arte la autodestrucción humana.
    Estructurada en tres relatos, Taxidermia es también un recorrido atípico por la historia de Hungría de la segunda mitad del siglo XX. Cada narración tiene como protagonista a un hombre y una época. Abuelo, hijo y nieto son víctimas, cada uno, de una forma de tiranía diferente, lo que les lleva a convertirse en criaturas incapaces de practicar el más mínimo ejercicio de ternura porque no la han conocido nunca. Su instinto, su energía, su desconcierto llevan a abuelo, hijo y nieto a obsesionarse -respectivamente- con el sexo en inimaginables masturbaciones, con la ingesta desmesurada de comida como camino hacia el éxito o con la siniestra experimentación de la frontera entre vida y muerte a través de la taxidermia.
    A pesar de tener ante nuestros ojos material tan escatológico, el espectador que haya superado sus escrúpulos experimentará, simultáneamente, repulsión y goce al contemplar masturbaciones o disecciones, pues dichas secuencias están rodadas e iluminadas de tal manera que transmiten un crudo lirismo.
    Particularmente grotesca y cáustica es la visión de la etapa de “esplendor comunista” en la que existe un curioso deporte: la comida de competición. Un entrenador anima, solemne, a su atleta gástrico: “cuando el comer se ponga de moda otra vez, el COI finalmente lo aceptará como deporte”. Para el atleta, su meta es poder competir “en Cuba, un paraíso comunista donde caen naranjas por todas partes”. La mala baba es evidente.
    Los tiempos presentes no salen mejor parados. Pálfi tampoco hace un retrato amable de la modernidad contemporánea. El individuo sigue alienado, y, aunque haya un aparente clima de libertad, algunos albergan todavía en su casa a un tirano particular, residuo y víctima a la vez del régimen anterior.
    No obstante, todo este fatalismo y negrura son más digeribles gracias a las gotas de humor y surrealismo que salpican la película en numerosas ocasiones hasta el... (no sé qué adjetivo poner) final.
    En fin, que ustedes lo vomiten bien.


Raquel Sáenz de Buruaga



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