CINE EN LA CASA MUNICIPAL DE CULTURA DE MIRANDA DE EBRO (BURGOS). JUEVES SEÑALADOS, EN SESIONES DE 18:00 y 20:30.
ORGANIZA LA ASOCIACIÓN CULTURAL OTROSOJOS EN COLABORACIÓN CON EL AYUNTAMIENTO DE MIRANDA DE EBRO

Jueves 26 de Febrero: LA EDAD DE LA IGNORANCIA


El jueves 26 de febrero, proyectamos “La edad de la ignorancia”, del canadiense Denys Arcand.
Como habitualmente, las sesiones serán a las 6 y 8´30 de la tarde, en la Casa Municipal de Cultura, con la localidad a 2´50 euros.
Adjuntamos la sinopsis de la película facilitada por la distribuidora, el comentario de Valentín Terrazas que editaremos como ficha, y una reproducción del cartel.

Un abrazo y hasta el jueves. Asociación Otrosojos.

 

Dirección:    Denys Arcand 
Guión:           Denys Arcand
Intérpretes: Marc Labrèche, Diane Kruger, Sylvie Léonard

Canada, 2007 - 108 min.

Mayores de 13 años



  

SINOPSIS

Un hombre escapa de su mediocre vida utilizando su imaginación, accediendo a un mundo de fantasía dónde vive aventuras ficticias en la que él es el gran héroe. En sus sueños, Jean-Marc es un caballero con una brillante armadura, una estrella del escenario y de la pantalla, y un novelista de éxito que tiene a las mujeres rendidas a sus pies. En la realidad, es un don nadie, un chupatintas, un marido insignificante, un padre fracasado que fuma a escondidas.



 Personas pequeñas


La edad de la ignorancia (2007) -la más reciente creación del quebequés Denys Arcand- viene a completar la trilogía iniciada en 1986 con El declive del imperio americano, título al que siguió en 2003 Las invasiones bárbaras, premiado con el Oscar a la Mejor película de habla no inglesa. El hilo de continuidad respecto a las dos obras anteriores es, sin embargo, menos evidente que el que unía a aquellas. Si El declive... y Las invasiones... estaban protagonizadas por el mismo grupo de amigos, en La edad de la ignorancia descubrimos a uno solo de aquellos representantes de la clase “ilustrada” canadiense -Pierre, espléndido Pierre Curzi- resumiendo en su calamitoso presente la visión feroz que sobre la sociedad y la vida mantiene el director desde sus primeros trabajos.
    Existe, sin embargo, una lógica férrea en esa mirada a nuestro tiempo que permite a Arcand compararlo con otros períodos oscuros del pasado: la desintegración de la cultura clásica, la fragmentación política del medievo... Si en la secuencia inicial de El declive... uno de sus protagonistas, el profesor universitario Remy, afirmaba que “el derecho, la moral y la justicia son nociones ajenas a la historia”, en Las invasiones... aquel promiscuo docente, humanizado en su agonía, sostenía que “la historia de la humanidad es una historia de horror”. Y ese diagnóstico tiñe en La edad... el funcionamiento de un Quebec que Arcand dibuja como una sociedad fracasada, regida por una Administración radicalmente inútil, íntimamente convencida de que sólo el sostenimiento férreo de la burocracia podrá disimular su inoperancia.
    En una de las reprimendas que el personaje principal de La edad de la ignorancia -Jean Marc Leblanc, eficazmente interpretado por Marc Labrèche- recibe de sus superiores, se le recuerda que en Quebec está prohibido pronunciar la palabra “enano”, vocablo maldito que debe sustituirse por “persona pequeña”. ¿No resulta sarcástico que se encomiende utilizar esa expresión presuntamente correcta a quien se sabe el más pequeño de los hombres, permanente fugista a través de ensoñaciones a medio camino entre lo surreal y lo patético?
    El pesimismo social que sobrevuela el conjunto del trabajo del realizador y guionista (tamizado, desde luego, por una visión irónica de la existencia) se concreta aquí en un funcionario anodino, gris, condenado a vivir el resto de sus días rodeado por la avalancha de noticias de un mundo que se descoyunta por instantes, por la imbecilidad de la Administración para la que trabaja, por la frialdad de aquellos a quienes reclama cariño y la impotencia para ofrecérselo de quien, de no estar atrapada por el Alzheimer, podría proporcionárselo.
    Un cuadro negro, desde luego. Y, sin embargo, Denys Arcand apunta una posibilidad de redención, una vía para enderezar, siquiera individualmente, el curso de la existencia: apartar los subterfugios mentales, volver la mirada a los sentimientos y esperanzas más esenciales, reiniciar el camino desde la soledad... para que, como en la escena final de esta película, las frutas bañadas por una hermosa luz puedan convertirse en una obra de arte.

Valentín Terrazas



    

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