CINE EN LA CASA MUNICIPAL DE CULTURA DE MIRANDA DE EBRO (BURGOS). JUEVES SEÑALADOS, EN SESIONES DE 18:00 y 20:30.
ORGANIZA LA ASOCIACIÓN CULTURAL OTROSOJOS EN COLABORACIÓN CON EL AYUNTAMIENTO DE MIRANDA DE EBRO

Jueves 16 de Abril: TODOS ESTAMOS INVITADOS


El próximo jueves, 16 de abril, y dentro de la programación “Cine con Otros Ojos”, proyectamos “Todos estamos invitados”, de Manuel Gutiérrez Aragón.
Como hasta la fecha, las sesiones serán a las 6 y 8´30 de la tarde, en la Casa Municipal de Cultura, con la localidad a 2´50 euros.
Adjuntamos la sinopsis de la película facilitada por la distribuidora, el comentario de Raquel Sáenz de Buruaga que editaremos como ficha, y una reproducción del cartel.

Un abrazo. Asociación Otrosojos.


Dirección:     Manuel Gutierrez Aragón
Guión:         Manuel Gutierrez Aragón y Ángeles González Sinde
Intérpretes: Oscar Jaenada, José Coronado, Vanessa Incontrada

España, 2008 - 95 min.

Mayores de 13 años






SINOPSIS

Josu Jon, un joven miembro de ETA, se recupera en un hospital de una pérdida de memoria, consecuencia de un atentado terrorista fallido, perpetrado por él. Mientras, Xabier, un profesor de Universidad, es amenazado por la organización terrorista por sus ideas políticas. Francesca, novia de Xavier y médico de Jon, ayudará a éste a recuperar la memoria.



Todos estamos sordos


“En estos momentos de ambigüedades, de medias verdades, yo sólo intento decir la verdad”.
Esta frase -pronunciada por Xavier (José Coronado), el profesor de universidad coprotagonista de Todos estamos invitados- resume la voluntad de Manuel Gutiérrez Aragón, quien concibió la realización de esta película como “un deber ciudadano”. Aunque en otras ocasiones haya abordado temáticas políticas, su filmografía no es la de un Ken Loach. Su estilo, sus historias, suelen estar tocadas por matices costumbristas, e incluso de realismo mágico. Ese “deber ciudadano” ha puesto una semilla en el desierto de la ficción cinematográfica española relacionada con la cuestión del terrorismo etarra. Hasta ahora, ETA había aparecido en el cine de manera colateral o bien en guiones donde el autor mantenía cierta equidistancia o comprensión hacia los asesinos. En las películas documentales no ha sido así: Asesinato en febrero y Perseguidos, de Eterio Ortega; o Voces sin libertad, Trece entre mil y El infierno vasco, de Iñaki Arteta, han penetrado en el mundo de las víctimas y denunciado con valentía y serenidad la injusticia de su situación.
Resulta curioso si comparamos con el cine británico o irlandés, cuyos países sufren también un problema de terrorismo enquistado durante largo tiempo. Allí, los cineastas se han atrevido a indagar en el conflicto y sus orígenes desde ángulos variados.
Pero, ¿y el punto de vista del espectador, su nivel de información previa? Me pregunto cómo asimilaría este filme un sueco, por ejemplo. Tal vez no entendería muy bien el motivo que origina el acoso criminal al profesor universitario, y probablemente lo achacaría a un fallo del guión por lo poco verosímil. Sin embargo, los espectadores españoles sabemos que el fallo es de la realidad. No obstante, el cinéfilo nacional asistirá, si quisiera abstraerse, a un entretenido thriller. Gutiérrez Aragón, desarrollando una gramática clásica del género, hace así más accesible su denuncia. En los primeros diez minutos, con una sintaxis perfecta, describe el paisaje geográfico y humano donde se van intuyendo los acontecimientos. La música de Ángel Ilarramendi nos introduce en un clima de suspense y desasosiego. Una vez planteado el nudo, las situaciones y los diálogos, sin ser nada forzados, están llenos de carga metafórica. El papel de la gastronomía no es trivial; motivan un escenario muy rico, literal y visualmente. En el comedor de una sociedad gastronómica, mientras desfilan ante nuestros ojos suculentos platos, es donde surgen las frases más contundentes y estremecedoras:
“- ¿Qué? ¿Estaban buenas las cocochas?
- Sí. Las mejores que he comido nunca.
- Me alegro, porque son las últimas que vas a comer en tu vida.”
Contrastando con la potente realidad hay unas escenas oníricas que son las más endebles, por innecesarias. Todo lo demás está ajustado. La interpretación de Oscar Jaenada encarnando a Josu Jon, el terrorista desmemoriado, es sobresaliente: de pocas palabras y sobria, consigue hacernos dudar de si realmente no se acuerda o es que quiere olvidar. La idea del etarra amnésico procede de un hecho verídico que Gutiérrez Aragón conoció a través de Juan María Bandrés. También auténtico, pero mucho más frecuente, es el caso de Xavier, el profesor amenazado. No es un héroe, pero ha dado un paso que no tiene marcha atrás: ha dicho lo que piensa, y, como le aconseja la Ertzaintza, “la mejor autoprotección es estar calladito”.
Gutiérrez Aragón no se calla. Nos habla alto y claro, aunque casi todos estemos sordos.


Raquel Sáenz de Buruaga


   

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