CINE EN LA CASA MUNICIPAL DE CULTURA DE MIRANDA DE EBRO (BURGOS). JUEVES SEÑALADOS, EN SESIONES DE 18:00 y 20:30.
ORGANIZA LA ASOCIACIÓN CULTURAL OTROSOJOS EN COLABORACIÓN CON EL AYUNTAMIENTO DE MIRANDA DE EBRO

Jueves 15 de Mayo: AMOR Y LETRAS

El próximo jueves, 15 de mayo, proyectamos en la Casa Municipal de Cultura “Amor y letras”, de Josh Radnor, en sesiones de 6 y 8´30 de la tarde, con la localidad a 3´50 euros.

Adjuntamos la sinopsis de la película facilitada por la distribuidora, el comentario de José Francisco Espadas que editaremos como ficha, y una reproducción del cartel.

Un abrazo, y hasta el jueves.
 
 



SINOPSIS DE LA PELICULA :

Cuando el joven profesor Jesse vuelve a la universidad, no puede evitar enamorarse de Zibby, una estudiante de 19 años, aunque intentará luchar contra la poderosa atracción que surge entre ellos. 


 













COMENTARIO :


“Cómo conocí a vuestra hija”


La vida y el paso del tiempo es lo que tiene. Que, a cada segundo que transcurre, no hay vuelta atrás. Te das cuenta de que te has hecho mayor, de que vas para viejo irremediablemente desde el mismo momento en que cualquier crío te intercepta por la calle y, con la mejor de las sonrisas, te pregunta “¿Me puede decir la hora, señor?”. En ese momento descubres que nunca más volverás a tener veinte años. Entonces piensas “Mi experiencia de estos años valdrá para algo”, y te agarras a un clavo ardiendo queriendo sentar cátedra entre los jóvenes que vienen arrolladoramente a ocupar tu hueco, sin observar la cara de lástima que ponen los jubilados que ya han pasado por eso mismo.
    En el fondo piensas que a esos imberbes también les tocará, más tarde o más temprano. Y cometes otro fallo. Te obstinas en que te acepten, te quieres convertir en un referente para esos novatos y no te das cuenta de que la chavalería que llega tiene ideas propias, de que tu forma de ver las cosas de poco o nada les vale. Te empeñarás en imponer tu criterio y te obcecarás en que la saga Crepúsculo es lo peor que se ha escrito jamás (en eso llevas toda la razón), y serás capaz de descubrir que puedes pasear tranquilamente por tu ciudad descubriendo rincones que te habían pasado desapercibidos, arrullado por la Sexta de Beethoven o por el último de Metallica, que eso da igual. Puede ser que le des más valor sólo por el mero hecho de que te lo ha recomendado una veinteañera.
    Puede ser que te llenes la cabeza de pajarillos deseando un final feliz con esa chica, pero con los pies en la tierra los años de diferencia siguen siendo insalvables y de nada vale objetar “cuando yo tenga cien, ella tendrá ochenta”. Por esa regla de tres, ¿hay que esperar hasta tener esa edad?
    Ese es el transcurrir de Liberal Arts (mal traducida a nuestro idioma como Amor y letras). Sigo pensando que no es una comedia romántica indie, como a las que estamos acostumbrados procedentes de Sundance y otros festivales. Cintas que intentan deslumbrarnos retorciéndose en sí mismas sin nada que aportar, salvo falsas neurosis en la búsqueda de cinco minutos de gloria efímera. Liberal Arts relata un romance muy natural que pudo haber sido, un idilio que en parte fue, pero al que el tiempo y la sociedad pusieron en su lugar. A los jóvenes, con sus ansias por descubrir, por un lado, y a los maduritos con los/las de su edad. Ley de vida.
    Josh Radnor dirige su segunda película tras HappyThankYouMorePlease, con la que cosechó buenas críticas y fue nominada en la Seminci de Valladolid, pero no deja de ser el tierno Ted Mosby (Jesse-Radnor recuerda demasiado al personaje de Cómo conocí a vuestra madre o How i met your mother).  Arropado por Elizabeth Olsen (Old Boy de Spike Lee), la historia de amor de esta cinta se queda en una mera excusa para narrar las insalvables fronteras entre la juventud y la madurez, las que siempre existirán a pesar de la edad que se tenga. El siempre elegante Richard Jenkins destaca lánguidamente en un personaje que funciona como eco del propio protagonista (podría ser él mismo a su edad), ante su incapacidad de aceptar el momento de la jubilación, y para cerrar el plantel, Zac Efron, que no sé qué pinta en la película.
    En suma, una cinta amable, realista, con toques bohemios y ligeros instantes agridulces que nos descubre, por ejemplo, que escribir cartas nunca estará pasado de moda, que hasta la ciudad más infecta se vuelve maravillosa oyendo música mientras paseas a cualquier hora del día o de la noche, o que lo de Stephanie Meyer no tiene remedio.
    Como colofón, ¿acabará el director de la cinta, Josh Radnor, siendo un judío que nos aburrirá tocando virtuosamente el clarinete mientras nos cuenta sus neuras de juventud? Ya veremos, dijo un ciego. Pero, de momento, Woody, tú vales mucho.

José Francisco Espadas

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