El próximo jueves, 15 de enero, iniciamos las proyecciones de este semestre en la Casa Municipal de Cultura, dentro de la programación “Cine con Otros Ojos”, con “La gran belleza”, de Paolo Sorrentino, en sesiones de 6 y 8:30 de la tarde, con la localidad a 3´50 euros.
Adjuntamos la sinopsis de la película facilitada por la distribuidora, el comentario de “Maldito Bastardo” extraído de “Filmaffinity" que editaremos como ficha, y una reproducción del cartel.
Un abrazo, y hasta el jueves. Asociación Otrosojos.
Adjuntamos la sinopsis de la película facilitada por la distribuidora, el comentario de “Maldito Bastardo” extraído de “Filmaffinity" que editaremos como ficha, y una reproducción del cartel.
Un abrazo, y hasta el jueves. Asociación Otrosojos.
SINOPSIS DE LA PELICULA:
En
Roma, durante el verano, nobles decadentes, arribistas, políticos,
criminales de altos vuelos, periodistas, actores, prelados, artistas e
intelectuales tejen una trama de relaciones inconsistentes que se
desarrollan en fastuosos palacios y villas. El centro de todas las
reuniones es Jep Gambardella, un escritor de 65 años que escribió un
solo libro y practica el periodismo. Dominado por la indolencia y el
hastío, asiste a este desfile de personajes poderosos pero
insustanciales.
COMENTARIO :
“La dolce vita” del Siglo XXI
He
aquí la historia del autor atrapado, de aquel que desea olvidarse del
pasado y queda encerrado en esa tela de araña que conforma el recuerdo.
De aquel que trata de ser el cronista de la Ciudad Eterna y acercarse
como si fuera la primera vez a los monumentos que la componen… pero
queda confinado en sus propios recuerdos. Ya sea el primer amor, ya sea
Fellini, ya sea por adentrarse en la dicotomía de lo sagrado y lo
profano. Es normal que La gran belleza lleve la etiqueta (que no título) de ser La dolce vita del
Siglo XXI pero considero que Paolo Sorrentino da la impresión de
establecer un diálogo entre Marcello Rubini y Guido Anselmi en la figura
de Jep Gambardella, en traer la melancolía y sus anécdotas personales
para sacar a relucir la nostalgia que habita en el cinismo y en la
crónica de lo mundano. Pero, aparte del recuerdo y la obsesión por el
sentido de la vida entre una lluvia de fugaces planos en constante
movimiento, brota la espiritualidad abocada a la ironía en toda esa
puesta en escena religiosa. Como si las monjas, cardenales y santas
fueran en sí mismo una evolución en las preguntas más profundas que se
plantea el personaje principal. Y el fondo es el gran escenario: Roma,
la belleza, la gran belleza… sobre la que tratan de amoldarse sus
terrenales habitantes. Aquella belleza que permanece imperturbable y
silenciosa, testigo de las oportunidades perdidas desde que fue alzada.
Y
en ese punto es un escritor decepcionado por su vida aquel que
descompone su deprimente entorno carnal sobre otro eterno muerto de
fondo pero, al mismo tiempo, con más vida por ser una constante sobre
esos entes variables. El choque de esa miseria humana respecto a la
inalterable e inamovible belleza forma parte de ese “aparato humano” y
extasiada burguesía que se esconde en la mascarada de la orgiástica y
hedonista fiesta para evitar enfrentarse a sí misma, a su vejez y al
recuerdo de una biografía cada vez más condenada a ser una simple hoja
en blanco. Todo el teatro vital que conforma La gran belleza queda
empequeñecido por el conflicto de la vulgaridad latente y de una ciudad
que, en realidad, parece distanciada de sus propios habitantes. Es la
chispa de ese primer amor la única luz entre esa oscuridad que viene y
va, como las olas de un mar malogrado de falsa eternidad. De un sueño
inexistente sobre la cabeza del autor que ha sido devastado por su
propia insolencia, por ese mundo repleto de fama, dinero, mujeres,
fiestas y drogas para rellenar un vacio inabarcable.
El viaje a la imaginación que propone Sorrentino abarca desde
la desilusión a la fatiga dentro de ese final que ejerce la muerte, el
fin del camino y experiencia. Pero, antes, Jep Gambardella se replantea
su vida… bajo esa membrana que palpita por el ruido y los murmullos, por
los sentimientos y el silencio, iluminados por la belleza frente a la
miserable observación. Porque más allá, efectivamente, está el más allá…
nos recuerda en sus líneas finales el propio Gambardella, como parte de
una crónica de un circo de excéntricos y de la vida como truco por
encima del sueño. Y desde la cita de apertura de Louis-Ferdinand Céline
la ilusión se torna en un viaje del día a la noche, en el que la propia
película se convierte en monumento y el espectador en un turista que
aprecia la (gran) belleza de la obra con vocación de ser eterna y
productora de interminables infartos y desvanecimientos.
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