El próximo jueves, 18 de octubre, reiniciamos la programación de “Cine con Otros Ojos” con la proyección en la Casa Municipal de Cultura de “Las nieves del Kilimanjaro”,del director francés Robert Gédiguian (quien, dicha sea de paso, es también el autor de “Marius y Jeannette”, la película con la que inauguramos hace ya doce años esta actividad). Como siempre, en sesiones de 6 y 8´30 de la tarde, con la localidad a 3´50 euros.
Adjuntamos la sinopsis de la película facilitada por la distribuidora, el comentario de Valentín Terrazas que editaremos como ficha, y una reproducción del cartel.
Un abrazo, y hasta el jueves. Asociación Otrosojos.
Dirección: Robert Guédiguian
Guión: Robert Guédiguian
Interpretes: Ariane Ascaride, Jean-Pierre Darroussin, Gérard Meylan
Francia, 2011 - 109 min.
SINOPSIS
A
pesar de haber perdido su trabajo, Michel vive feliz con Marie-Claire
desde hace treinta años. Sus hijos y sus nietos los llenan de alegría.
Tienen amigos muy cercanos. Están orgullosos de sus actividades
sindicales y políticas. Sus conciencias son tan transparentes como sus
miradas. Pero ese bienestar salta por los aires cuando dos hombres
armados y enmascarados los golpean, los atan y se fugan con sus tarjetas
de crédito.
Tiempo de bribones
Hace algunas semanas, cuando
anunciábamos la programación de “Cine con Otros Ojos” que hoy iniciamos, me
comentaba una compañera de trabajo su dificultad para “creerse” Las nieves
del Kilimanjaro. “Creo -decía mi amiga- que este último título de
Guédiguian peca de buenismo, que no existen en la vida real personas como las
que retrata...”.
Tal vez un día encuentre ocasión para contarle la historia de mis tíos
José y Vega, un anónimo matrimonio que, sin haber oído siquiera hablar de la
existencia de Víctor Hugo, hicieron real el milagro que el escritor apuntaba en
su poema “Les pauvres gens” -”La gente pobre” o, así lo prefiero, “La pobre
gente”-, en el que el director marsellés basa esta película.
Los personajes que Guédiguian dibuja son, creo, no sólo posibles, sino
rotundamente imprescindibles para continuar respirando, viviendo este tiempo de
bribones que nos toca atravesar. Cuando el cineasta regresa a sus escenarios
habituales -el barrio de L´Estaque en una Marsella luminosa-, a sus
protagonistas de siempre -su mujer, Ariane Ascaride, sus amigos, Jean Pierre
Darroussin o Gérard Meyland-, a sus sempiternas preocupaciones -la explotación,
la diluida lucha de clases, las consecuencias demoledoras de una globalización
profundamente tramposa-, está haciendo mucho más que una, de otro lado
necesaria, labor de denuncia. Está proponiéndonos una fábula moral, un modelo
de conducta, un criterio de actuación que nos permita mirarnos al espejo, cada
mañana, sin necesidad de reprimir un vómito.
Los héroes cotidianos de Robert Guédiguian -tan próximos a nuestra vida
en sus titubeos, su vulnerabilidad, su voluntad, también, de no deshacerse de
sus sueños- apenas muestran otros cambios que los tallados por el paso del
tiempo en sus rostros, tan familiares. Ascaride y Meyland, pareja conductora de
Marius y Jeannette -obra primeriza del francés con la que inaugurábamos el
2 de noviembre de 2000 la actividad de “Cine con Otros Ojos” ante 56
espectadores, muchos de los cuales ocuparán hoy, como entonces, una butaca en
esta sala- reflejan en esta nueva película su misma obstinada voluntad de no
traicionarse como seres humanos. Pese a la provocación que supone, cada día, el
espectáculo indignante de un poder político tan corrupto, aquí como en la
generalidad de los países, como el sistema financiero al que obedientemente
sacrifica cada día las condiciones de vida de una ciudadanía a cuyo servicio
presume actuar. Pese a la absoluta fractura del principio de división de
poderes, que viene provocando un galopante descrédito de lo que llaman
justicia. Pese a la irresponsabilidad con la que los autodenominados “padres de
la patria” traicionan día a día los más elementales principios de la
democracia, haciéndola más y más vulnerable. Pese a la creciente desigualdad
social, a la escandalosa distancia entre quienes más y quienes menos tienen.
Pese al enorme daño moral que supone desayunarnos cada mañana con el
espectáculo calamitoso de un rey desnudo: tiempo, reitero, de bribones.
¿Son pues, Susana, creíbles los personajes de Guédiguian, aquí y ahora,
en la pantalla y en nuestras calles?
Valentín Terrazas
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